martes, 28 de septiembre de 2010

El planeta Xul Solar


Enigmas del planeta Xul Solar
Creador de universos, imaginero singular, sus obras, acuarelas y tintas de pequeño formato e inspiración mística, se exhiben en el Paseo de las Artes del Palacio Duhau
Sábado 25 de setiembre de 2010 Publicado en edición impresa Comentá (0)Votá (9)Votos (9)Compartir CONSTRUCCIONES. En el extraño paisaje de la Penitenciaría transcurrió parte de la vida del maestro Xul. Ver mas fotos
Por Elba Pérez
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010


El Paseo de las Artes (Palacio Duhau, Park Hyatt) es el refinado estuche donde se engarzan las obras que conforman la muestra Xul Solar, explorador del universo . El material exhibido es parte de la Colección Galería Rubbers, cuyo fundador, Natalio Jorge Povarché, estuvo sólidamente unido al artista, al Pan Klub y a Micaela Cadenas, Lita, su viuda.

Encomiada con largueza, la obra de Xul Solar amerita una actualización periódica que lo reinstale fuera del ámbito recoleto de la casa-museo de la calle Laprida. Y tal vez propicie una revisión crítica -brechtiana- de su producción pictórica. Será tarea ardua pero necesaria ese cierto apartamiento de las otras inventivas de Xul, incluida la minuciosa autoconstrucción de personaje esotérico.

La mirada propuesta bien la merece Xul, milagroso trajinador de cromatismos iridiscentes erigidos, en forma etérea, sobre la ardua y esquiva disciplina de la acuarela. En este arte formulado con pigmentos inconsútiles, diluidos al agua, sobre la disponibilidad capilar inestable de la pulpa del papel. Allí no hay posibilidad de arrepentimientos ni formulación de prometidas enmiendas. Es un todo o nada, sin alternativas. Xul, a su modo singular, se inscribió en la saga del arte argentino cuya estirpe tentativa puede fijarse en los retratos de Pellegrini, en la maestría de Jorge Larco y Guillermo Roux, Eduardo Stupía y en otro singular - rara avis - Fermín Eguía.

El lenguaje y recurso donde relumbra Xul demanda concentraciones máximas en dimensiones muy relativas (sólo excedidas por el gran Roux). Pero más allá de las dimensiones -en todo inferiores al óleo-, el obstinado rigor exige cumplir las exigencias análogas a la métrica del soneto o de la forma sonata. Normas del arte que no limitan pues empinan el vuelo de aquellos que están a la altura de la hazaña.

Otro exquisito, Emilio Pettoruti, reconoció temprano esa idiosincrasia etérea y segura de la afinación cromática en las acuarelas de Xul, diestro también en otros lenguajes, técnicas y recursos. Pero sus óleos sobre tela no ostentan igual envergadura.

Tal vez porque para obtener la transparencia y levedad buscadas el óleo supone veladuras, decapados (en los que Roberto Aizenberg sentó cotas únicas) mediúms, selladores, aceleradores del secado o aquellos que lo retardan. Es cierto que el proceso al óleo exige paciencia y tiempo pero, a la vez, admite el pentimento, el repinte de las áreas que no se estiman satisfactorias. Y cabe conjeturar que esa chance de riesgo propio de la acuarela fue un plus, el incentivo motivador.

El espíritu lúdico, siempre presente en los artistas, se acentuaba en la cofradía martinfierrista a la que se sumó Xul Solar. Quizás exorcizaba los años en el presidio de Tierra del Fuego, como llamaban a la cárcel de avenida Las Heras. Allí pasó un largo período, en compañía de su madre y de su padre, ingeniero ocupado en la instalación de talleres y otras obras edilicias. Pero es curioso que allí sentara sus reales Isidro Parodi, ficción recocijante del dúo Borges-Bioy Casares, amparados en el casi cierto, casi falso, pseudónimo Súarez Lynch. Como sus amigos, Xul abundó en heterónimos. Se travestía, embozado, para firmar sus traducciones literarias o las críticas -favorables o no- de sus colegas de las artes plásticas. Estas cautelas lo pusieron a salvo de las furias nativas y pugilatos que detonaron en 1924 por la muestra de Emilio Pettoruti, con la que compartió los principios cubistas sustentados.

Xul transparenta en "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" de Borges, autor de textos inolvidables sobre el amigo flâneur, hasta el célebre distanciamiento que sólo reparó con el discurso de despedida. El motivo de la ruptura fue para el poeta como para Pettoruti el mismo. Las simpatías nazifascistas y la adhesión al horrendo Aleister Crowley fueron el óbice insalvable. El detalle se conoce por otro distanciado, Adolfo Bioy Casares, testigo de la trifulca. Bioy, como todos los martinfierristas, guardó admiración al artista, pero las gracias promocionales habían perdido su sal.

En su casa de la calle Larrea, montó Xul sus reales de pintor y gurú de embelecos a féminas en perpetuo estado de credulidad a ultranza. Sus apariciones en el ápice de la escalera -¡ocupadas por un armonio!- fueron de una teatralidad tan eficaz que aún opera sobre las raleadas huestes de asistentes. Y también obra sobre casi todo lo que se escribe sobre el personaje, dando por buena y cierta la inagotable batería de inventos y prodigios de birlibirloque. O, si se prefiere, de mancias de toda laya.

Estos excesos, muy martinfierristas, obturan el ejercicio crítico de una obra plástica que no necesita de oropeles y abalorios esotéricos. De la calidad y belleza de lo trazado en esas pequeñas vedutas mágicas, trazos y pinceladas de exacta armonía da sobradas pruebas la muestra del Palacio Duhau.

© LA NACION

CHAPITA. Xul Solar, explorador del universo, Colección Galería Rubbers. En El Paseo de las Artes del Palacio Duhau, Park Hyatt Buenos Aires (Avenida Alvear 1661). Hasta el 20 de octubre. Entrada libre y gratuita.

adn SOLAR
(San Fernando,1887-El Tigre,1963)

Sagitariano con ascendiente en Piscis, Oscar Agustín Alejandro Schultz Solari se formó en Europa entre 1912 y 1925. Le atrajeron las obras de Paul Klee y de otros artistas de vanguardia. Vivió un mes con Alistair Crowly, cuyas obras tradujo al español

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