La masacre sucedió en Mar del Plata y no se descarta ninguna hipótesis. Estaban los tres juntos en la casa, en familia, pero muertos. Una pareja y el hijo de la mujer fueron asesinados la semana pasada en Mar del Plata. Fue gracias al joven que sus amigos se dieron cuenta de que algo había sucedido. Sergio Neiman cumplió 21 años y lo festejaba el sábado en un boliche de la calle Alem. Los invitados lo esperaron toda la noche, pero el pibe –a quien le decían El Negro – jamás llegó y tampoco atendía los llamados telefónicos. Algunos conocidos lo fueron a buscar al día siguiente a su casa, donde vivía con su hermano. No lo hallaron y el lunes caminaron hasta la casa de su madre Pilar Piedrabuena. La mujer de 52 años hacía ocho meses vivía con su nueva pareja –Eduardo Peralta, un masajista tres años mayor– en el centro de la ciudad.
Llegaron a las 6 y media de la tarde. En la puerta de la casa de la calle Catamarca 2585 se encontraron con un pintor. El señor venía a hacer unos arreglos en la casa pero nadie contestaba el timbre. Levantaron las persianas bajas y vieron el cadáver de Peralta en el living comedor. Avisaron a la policía de la comisaría más cercana y los agentes ingresaron por la fuerza.
La escena del crimen era digna de una novela de Agatha Christie. Cada cuerpo estaba distribuido en un cuarto diferente de la casa. El primero que vieron fue el del hombre. Eduardo Peralta estaba sentado en un sillón frente a la ventana. En la mesada de al lado, había un televisor prendido. El disparo le entró por la parte trasera del cráneo. El orificio de salida lo tenía en la frente y no era un anillo de Fisch–quemadura consecuencia de un disparo a corta distancia–. Un hilo de sangre empezaba en su boca y terminaba en un charco en el piso. El hombre tenía una deficiencia visual grave y estaba casi ciego. No podía ver, pero lo fusilaron.
A la mujer la mataron en el pasillo con un balazo en el tórax. El chico fue acribillado con dos balazos en el abdomen y uno en el brazo. Era el integrante que más disparos recibió. Su cadáver estaba tirado en la cocina del fondo de la casa, cerca de la bacha.
Todos los tiros los hicieron con una pistola nueve milímetros. Los cuartos estaban desordenados y en el piso había cinco vainas de ese arma y seis cartuchos intactos.
Ningún vecino oyó gritos ni disparos y la puerta no fue violentada. El hogar está ubicado en una calle transitada con comercios. Otra de las grandes dudas es dónde está el perro de la pareja. El pequeño canino ladraba ante cualquier ruido extraño. No se lo escuchó el día del crimen y desapareció, sin saber qué pasó con él. El único dato certero es que el triple crimen en la Ciudad Feliz se cometió entre el jueves 28 de septiembre a la noche y el viernes 29 de octubre a la madrugada.
Los investigadores están seguros de algo. No fue ni un robo ni un hecho de inseguridad. Las autopsias determinaron que las víctimas no se resistieron al ataque. A Peralta y Piedrabuena no le faltaba ni plata ni ningún artefacto y la cerradura no fue forzada al entrar. Seguían cerradas dos cajas de seguridad, sin abrir ninguna de las billeteras de las víctimas ni tocar los teléfonos celulares, cadenitas de oro y otros elementos de valor.
El móvil económico no fue descartado. Los investigadores apuntan a la puja por la venta de la casa o una herencia a resolver. Peralta era viudo y tenía tres hijos de un matrimonio anterior. Por eso, buscan en el entorno familiar. Las dos huellas digitales en los vidrios del comedor servirían de pistas para encontrar al pariente asesino.
Los celulares sirven a los investigadores para revisar llamadas y mensajes de texto de las últimas horas de vida de cada uno. Los empleos de los hombres podrían ser otro de los móviles. Peralta era masajista y tenía el consultorio dentro de su casa. Atendía en su domicilio y era reconocido por su tarea. Nieman trabajaba en una casa de artículos de electricidad. Buscaba nuevas alternativas y se ofreció a bailar como stripper en un bar céntrico. El lugar lo aceptó, pero ni la noche del viernes ni la del sábado. La empresa le había enviado un telegrama para reclamar su presencia. La historia dio lugar a miles de hipótesis. La primera idea fue que había sido un doble homicidio cometido por uno de los integrantes de la familia, que habría terminado suicidándose. Y originó hasta predicciones. El caso llegó a oídos de Gaspar Chiappetta, un mentalista argentino que escribe en un blog de Clarín sobre sus visiones. La última semana se obsesionó con los crímenes más mediáticos. Aseguró que Erica Soriano –la mujer que desapareció el 21 de agosto– no fue secuestrada por una red de trata ni por ninguna persona. En el caso de Matías Berardi –el pibe asesinado el lunes en Campana– alertó acerca de no dejar pasar la “desidia policial”. La visión que tuvo con respecto al triple crimen de la ciudad balnearia fue que es un ajuste de cuentas. Una venganza dirigida a Peralta, que tuvo como costo a dos intrusos. Muchas dudas y pocas respuestas. Queda en manos de Mariano Moyano, de la fiscalía Nº 5, la tarea de develar el enigma familiar.
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